viernes, 21 de enero de 2011

reflexiones insómnicas

Después de una semana de subidas y bajadas de fiebre, de leer, releer, reolvidar y rerecordar leyes, normas y reglamentos sólo puestos al servicio de un futuro examen como fino tamiz, se me ha escapado el sueño entre las pestañas y me he encontrado con esta maravilla en la superred



Probablemente por el sonido en bucle, por la atmósfera de estar rodeado de apuntes y hojas que parece han de ser parte de mi masa gris de aquí al lunes por la mañana, y por la inestimable compañía de la salamandra en llamas, he entrado en un estado de reflexión en círculo.
En los últimos días he estado haciendo muchas reflexiones sobre cómo tratamos la lengua, qué nos preocupa de ella y cómo evoluciona, o mejor, qué aportamos/adoptamos nosotros para su cambio. He reafirmado mi posición un tanto rígida ante el cambio, la frivolización y la ruptura de la economía del lenguaje. He comprobado, de nuevo, cómo gente que dice amar la palabra, juega con ella sin sopesar el significado. He comprobado incluso que todo eso no es pasto único de la calle, ni mucho menos, sino de leyes y reglamentos convenientemente publicados, que utilizan conceptos y fórmulas lingüisticas no sólo recargadas e innecesariamente alargadas, sino, en algunos casos, incluso carentes de significado.
Comienzo a no saber si trato mejor la lengua o no, la verdad. Pero comienzo a tener claro que el charlatán sólo te convence cuando decides a seguir la luz del fuego artificial y te olvidas de escuchar el estallido y del hueco de mundo en el que retumba.