jueves, 5 de agosto de 2010

Sal y mar


Agosto hunde la isla unos diez centímetros. Hay tanta gente y vehículos que parece imposible que todos quepamos aquí. A poco que una carretera llegue hasta la arena misma de las playas, éstas están a rebosar. Siempre me ha fascinado esta capacidad de los seres humanos para tender a la aglomeración, a la reunión espontánea. Supongo que porque adolezco de lo contrario. Incluso reconozco el punto egoísta de llegar a un lugar de costa y esperar que no haya nadie. Que no haya ruido. Nada más que las olas. Ni gritos, ni ruidos de motos naúticas, ni el puto FerryBoat turístico con su música discoteca a toda pastillla, ni ese olor permanente a bronceador confundido con el olor al plástico caliente del bote con el que acaba de estar en contacto. Algo imposible. Y aún así, el baño, la sal y el mar, lo devuelven todo al equilibrio. Unos segundos totalmente sumergido y el mundo tiene sentido.

miércoles, 28 de julio de 2010

La calma


Buscar la calma no es fácil.
Alcanzarla, supongo que tampoco.
La tranquilidad, sí. La calma, ya es otro tema.
No sé la diferencia, si existe, en el diccionario. Para mí es clara, subjetivamente clara.
La tranquilidad se basa en algo más externo, en la no alterabilidad de un espacio para alcanzar un equilibrio. Puedes tener un mal día, estar hirviendo por dentro y vivir un espacio de tranquilidad, en un contexto controlado (música, silencio, brisa, puesta de sol...). Tu espacio interno no cambia tanto, se controla, que no es poco, se pausa, entiende las decisiones a tomar o la situación, incluso sin la fuerza o las ganas para hacer algo.
La calma es mi favorita. Sale desde dentro. No existe sin raíz. Lo que te rodea es un complemento que la puede potenciar, crear las ramas, las hojas y los frutos. También puede romperla, arrancarla, pero sólo en casos excepcionales, traumáticos.
La calma es lo que tengo esta tarde, ese acuerdo interno (y en perpetua negociación) entre lo que soy, lo que quiero y lo que tengo.
La tranquilidad es lo que hay cuando sé que la calma volverá.

miércoles, 14 de abril de 2010

Dust in the wind

Dust in wind es una de las canciones que probablemente más he escuchado en mi vida, de forma voluntaria (no cuentan todas las veces que he escuchado a Bisbal o Shakira sin querer en bares, radios, oficinas, bodas, bautizos, e incluso alguna peluquería -en éstas, únicamente estaba como acompañante, ya os podéis imaginar-). Es de mis canciones favoritas desde antes incluso de saber todo lo que quería decir. Lo es incluso ahora que ya me parece un poco simple y facilona. Quizá la utilizo únicamente como una unidad de medida, a partir de la cuál sé más de mí que de ella.

Bang, bang

Bang, bang. Dispara la vida. Unas balas de verdad, otras de mentira. Hoy es un día así, no sabes que cosas de tí serán futuro, cuáles veneno. Tenemos todo para tenerlo todo, o para perderlo. Hay veces en que casi nada te importa, ni te toca. Otras, hasta el viento lleva anzuelos. Es tan difícil huir de los tópicos. Bang, bang. Las de verdad no me importan, son sinceras. Las de fogueo me joden, tanto como cualquier mentira.

miércoles, 7 de abril de 2010

Los pesos

Desnudo. Recién bañado. Limpio y despojado, se supone. Aún siento pesos. Aún siento cosas que incluso siendo mías no quiero. Los caprichos, los temores, los sueños aplazados, las preocupaciones pasajeras que vieron luz al fondo del alma y se quedaron más de lo debido, las cosas que perdimos sin haber sido nunca nuestras, las que tuvimos sin haber sido nunca nuestras, lo que somos y lo que queremos, lo que somos y no queremos, la mota de polvo que pesa como un planeta, la estrella fugaz que una vez tuvimos y olvidamos pedir a tiempo el deseo... Tantas cosas que un día, con esta luz de abril y este aire de cambio de estación, pasaron por unos segundos a través de la piel. Justo el tiempo de que los pantalones y la camiseta las taparan.

martes, 6 de abril de 2010

El bar

Las aceitunas amargan. La caña sigue fría. La música suena mal. Todo tiene aspecto de lugar para disfrutar. Pero hay tanto ruido. El paso continuo de tráfico parece lo más tranquilo. Me voy no aguanto más. En la tele el campeón lituano vuelve a ganar un concurso más de halterofilia. Su rostro está tan tenso que hasta la sonrisa parece una mueca de dolor.

jueves, 1 de abril de 2010

Tulipanes

Amanece algo más tarde. El reloj interno no respeta ni los días de fiesta. Me levanto medio dubitativo, con sueño y sin ganas de seguir durmiendo. El itinerario habitual, baño, lavabo, cocina, café, abrir ventanas... Vuelvo por el pasillo hacia la cocina cuando el primer haz de luz alcanza los cristales de la puerta de entrada. Me gusta tanto la luz de esta casa que me siento en los escalones del pasillo a ver ese fenómeno un rato, hoy que tengo el tiempo y las ganas. La cafetera me rescata, primero el ruido del agua hirviendo, luego el olor acaparador del café. Sirvo esa taza tamaño "familiar" con la que me encanta pasear alrededor de la casa mientras voy bebiendo. Pero hoy no ha habido paseo. Hoy me he sentado frente al jardín de la entrada, porque he llegado justo a tiempo para un espectáculo bellísimo. Los tulipanes se estaban despertando. Se han ido abriendo suavemente, a medida que esos rayos de día han ido tocando sus copas. Nunca había visto el proceso durante tanto rato. Nunca antes había tenido tulipanes en casa. Su presencia firme, fuerte, de resistencia a los elementos, se va tornando la fragilidad total de los pétalos de un rojo anaranjado, a medida que se dejan ir ante este sol y la leve brisa de primavera que llega hasta aquí. Son apenas una docena de tulipanes, que han crecido a distintos ritmos. Los hermanos mayores se abren del todo, los otros observan y sueñan con hacerlo en los próximos días. El café se enfría. No me importa, no me pienso mover. El juego de sombras va cambiando. Sentado frente al jardín, quieto, puedo sentir que la tierra se mueve.