lunes, 13 de diciembre de 2010

Morente




Se ha marchado Morente.
Con él reflotan en mi mente tres recuerdos imborrables. Dos de ellos marcados a fuego en mi memoria y en quien soy. El primero fue oir el disco "Omega" en casa de un gran amigo en Granada, y quedarme con la boca abierta, sin tener aún muy claro si me había encantado o si no entendía nada de lo que era. Lo volvimos a poner, apagamos la luz, dejamos correr la cerveza, nos metimos dentro, y ya no supimos salir nunca.
Morente siempre ha sido riesgo y tradición reflexionada.
El segundo momento, fue una noche en la plaza de San Miguel Bajo, en el Albaicín. Salía de casa de mi hermana, y no me apetecía nada irme a la mía. Me subí a la plaza y llegué al último bar abierto. Apenas había 10 o 12 personas. El dueño me dijo que iba a cerrar, que ya no servían. Estaba a punto de marcharme cuando me vió un tipo medio oscuro y ambíguo que conocía por una investigación de la universidad que yo estaba haciendo en el Sacromonte, y le dijo al camarero que me dejara quedarme. Se acercó a la barra y me invitó a una copa. Me dijo, esto que vas a oir no se paga. Cuatro tipos en una mesa al fondo se iban marcando el compás los unos a los otros con los nudillos en la mesa. A tiempos cantaba el uno o el otro. Dejaban canciones a medias, cambiaban las letras, se retaban a ver quien dominaba mejor un palo u otro. Tras la primera copa cayeron otras cuantas. Los cuatro seguian cantando. A uno le llamaban el maestro.
El tercero, fue en México, con la canción que está aquí colgada. Estaba totalmente solo en una finca ecológica en Malinalco. Separaba semillas de plantas medicinales en una noche cerrada, bajo la luz de unas velas, escuchando en el primer aparato mp3 que tuve un disco de Morente. En esos momentos estaba asimilando lo que había significado decidir irme un año a lugares desconocidos, lo que era echar de menos realmente a mis amigos y a mi familia, la sensación real de que mi vida estaba en mis manos. Y Morente me susurraba al oído.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Reformular la teoría de los cuerpos celestes

¿Qué nos atrae de los demás? ¿Qué provoca que nos impliquemos en las cosas en las que decimos creer? ¿Por qué tendemos a tomar el centro de nuestros argumentos? ¿Qué fertilizante utiliza esta cultura nuestra para que crezca tanto el ego, incluso cuando lo intentas ignorar? ¿Cómo le explico yo a un extraterrestre que hoy no me puede abducir porque no me puedo ir de este planeta sin recoger los mil y un trastos que tengo en casa y que me prometo día a día reducir al mínimo (soy, sin duda, mi mayor traidor)? ¿Por qué no entiendo la teoría de atracción de los cuerpos celestes cuando no hago más que vivir permanente e inevitablemente dentro de ella? ¿Por qué tengo miedo a las preguntas, si nunca van a desaparecer, si no siempre van a tener respuestas?
Ni siquiera es un día diferente, ni siquiera tenía porque serlo, ni siquiera pretendía hacerme preguntas, ni siquiera tenía una respuesta escondida en el bolsillo. Sólo lei la teoría y no entendí cómo encajaba yo dentro. Y fue la chispa suficiente.

domingo, 5 de diciembre de 2010


He comido con amigos. Grata charla. Escucho a Sting, como desde hace tantísimos años. Un amigo cierra un blog esencial en mi vida. Las noticias siguen vomitando adjetivos desagradables sobre los injustificables "controladores" (vaya nombrecito para una profesión). Pienso, dudo, me peleo con el ordenador, luego existo y consumo. Soy parte mínima de la gran red. Lo creo y eso no cambia nada. Vivo en la piel de un maratoniano que sólo se sabe mover en las distancias cortas. Una foto de hace algo más de un año me hace pensar que quizá somos pobres de pensamiento al creer que sólo hay una luz al fondo del tunel.

martes, 30 de noviembre de 2010

Raices y ramas

Se sienta en el sofá.
Su cerveza recién abierta. En el primer trago moja todo el sudor del día, empantana el cansacio, y todo parece, lentamente, volver a su ser. Deja las noticias. Da casi igual el canal, el mundo hace aguas, cada uno ve una via diferente. Ninguno ve la costa en esta tormenta transatlántica. La imágenes y las palabras sólo van de lo malo a lo peor. Parece que sólo cuenta, ya que todos nos hundimos, que el otro, el diferente, el vecino, el hermano, sea el primero en caer, que nuestros ojos, el de cada uno en su unidad absoluta, sean los últimos en ser testigos.
Su cerveza se acaba. Sigue cansado. Le duelen los riñones, la espalda y algo que podría parecerse mucho al alma. Le pesan las horas, los días y los años. Le sobran los problemas y la memoria. La tele, las noticias, son el extraño placebo que le cura mostrando otras miserías. Mi vulnerabilidad es más fuerte que esa mierda, piensa. Abre una segunda, y se deja llevar. La dosis de desastre está calculada, no avanza más allá del titular, sólo anuncia, no rellena, no es necesario apretar más, la lección está aprendida. Seguimos, miles de años después temiendo lo desconocido. Vaya mierda, se le escapa. Su mundo empieza a parecer bueno. Sigue mirando, jurando en cuanto idioma no conoce. Su raíz seca ya aprovecha su dosis diaria de charca, bebe sin sed, bebe por no dejar nada, por consumir todo, porque aunque no necesite nada tampoco hay porque tirarlo. Su raíz se preocupa tanto ya de esa dosis diaria que ha olvidado buscar otras tierras, que no necesita crecer.
Cambia la cara que cuenta, comienza a ver tios que corren detrás de una pelota. El mundo, redondo, rueda y recibe cientos de patadas, bajo colores que parecen tener una influencia sobrehumana sobre su humor, sobre sus ganas. Se aplaca el cansancio, viven los ojos, se cierra todo pensamiento negativo, y todo lo tribal que lleva dentro se despereza. Es una hipnosis, parece despierto, renacido, como si la vida se le fuese por las ramas.

domingo, 3 de octubre de 2010

Sol y Sombra

El aire es de otoño y el sol de verano. La duda del cambio de estación sobrevuela hoy sin más un celeste casi blanquecino. La alergia a no sé muy bien qué (probablemente a conversaciones nocturnas de ayer que viajaron por los carriles más frágiles de la vida y de la muerte, o simplemente que no me apetece mirar hoy a la cara a este mundo de disparates) me tiene a medio respirar. Justo hoy que hay tanto aire puro soplando.
Y no sé porqué (imagino que esas conversaciones de anoche) me levanté pensando en cuando de niño me iba a trabajar con mi padre a la obra, con mi cesta de cuerda llena del almuerzo y una camiseta para cambiarme en el trabajo. Cuando llegábamos al bar a recoger a los obreros, la cabeza casi no me llegaba a la altura de la barra, les oía pedirse un sol y sombra y beberse esa copa de anís y la de coñac con la misma naturalidad con la que yo iba bebiendo de mi Cola Cao. Me decía que yo de mayor también pediría un sol y sombra. Nunca lo he hecho. A estas alturas creo que ya nunca lo haré, no por nada especial, simplemente porque no soy de anís y me parece una bestialidad joder el coñac. Pero sí veo que hoy es un día para estar entre sol y sombra y recordar porqué empezamos a pensar lo que queríamos ser y porqué hoy ya somos lo que somos, en mi caso porqué cada vez me quedan menos esquirlas prendidas al cuerpo para ser mitómano.

jueves, 5 de agosto de 2010

Sal y mar


Agosto hunde la isla unos diez centímetros. Hay tanta gente y vehículos que parece imposible que todos quepamos aquí. A poco que una carretera llegue hasta la arena misma de las playas, éstas están a rebosar. Siempre me ha fascinado esta capacidad de los seres humanos para tender a la aglomeración, a la reunión espontánea. Supongo que porque adolezco de lo contrario. Incluso reconozco el punto egoísta de llegar a un lugar de costa y esperar que no haya nadie. Que no haya ruido. Nada más que las olas. Ni gritos, ni ruidos de motos naúticas, ni el puto FerryBoat turístico con su música discoteca a toda pastillla, ni ese olor permanente a bronceador confundido con el olor al plástico caliente del bote con el que acaba de estar en contacto. Algo imposible. Y aún así, el baño, la sal y el mar, lo devuelven todo al equilibrio. Unos segundos totalmente sumergido y el mundo tiene sentido.

miércoles, 28 de julio de 2010

La calma


Buscar la calma no es fácil.
Alcanzarla, supongo que tampoco.
La tranquilidad, sí. La calma, ya es otro tema.
No sé la diferencia, si existe, en el diccionario. Para mí es clara, subjetivamente clara.
La tranquilidad se basa en algo más externo, en la no alterabilidad de un espacio para alcanzar un equilibrio. Puedes tener un mal día, estar hirviendo por dentro y vivir un espacio de tranquilidad, en un contexto controlado (música, silencio, brisa, puesta de sol...). Tu espacio interno no cambia tanto, se controla, que no es poco, se pausa, entiende las decisiones a tomar o la situación, incluso sin la fuerza o las ganas para hacer algo.
La calma es mi favorita. Sale desde dentro. No existe sin raíz. Lo que te rodea es un complemento que la puede potenciar, crear las ramas, las hojas y los frutos. También puede romperla, arrancarla, pero sólo en casos excepcionales, traumáticos.
La calma es lo que tengo esta tarde, ese acuerdo interno (y en perpetua negociación) entre lo que soy, lo que quiero y lo que tengo.
La tranquilidad es lo que hay cuando sé que la calma volverá.

miércoles, 14 de abril de 2010

Dust in the wind

Dust in wind es una de las canciones que probablemente más he escuchado en mi vida, de forma voluntaria (no cuentan todas las veces que he escuchado a Bisbal o Shakira sin querer en bares, radios, oficinas, bodas, bautizos, e incluso alguna peluquería -en éstas, únicamente estaba como acompañante, ya os podéis imaginar-). Es de mis canciones favoritas desde antes incluso de saber todo lo que quería decir. Lo es incluso ahora que ya me parece un poco simple y facilona. Quizá la utilizo únicamente como una unidad de medida, a partir de la cuál sé más de mí que de ella.

Bang, bang

Bang, bang. Dispara la vida. Unas balas de verdad, otras de mentira. Hoy es un día así, no sabes que cosas de tí serán futuro, cuáles veneno. Tenemos todo para tenerlo todo, o para perderlo. Hay veces en que casi nada te importa, ni te toca. Otras, hasta el viento lleva anzuelos. Es tan difícil huir de los tópicos. Bang, bang. Las de verdad no me importan, son sinceras. Las de fogueo me joden, tanto como cualquier mentira.

miércoles, 7 de abril de 2010

Los pesos

Desnudo. Recién bañado. Limpio y despojado, se supone. Aún siento pesos. Aún siento cosas que incluso siendo mías no quiero. Los caprichos, los temores, los sueños aplazados, las preocupaciones pasajeras que vieron luz al fondo del alma y se quedaron más de lo debido, las cosas que perdimos sin haber sido nunca nuestras, las que tuvimos sin haber sido nunca nuestras, lo que somos y lo que queremos, lo que somos y no queremos, la mota de polvo que pesa como un planeta, la estrella fugaz que una vez tuvimos y olvidamos pedir a tiempo el deseo... Tantas cosas que un día, con esta luz de abril y este aire de cambio de estación, pasaron por unos segundos a través de la piel. Justo el tiempo de que los pantalones y la camiseta las taparan.

martes, 6 de abril de 2010

El bar

Las aceitunas amargan. La caña sigue fría. La música suena mal. Todo tiene aspecto de lugar para disfrutar. Pero hay tanto ruido. El paso continuo de tráfico parece lo más tranquilo. Me voy no aguanto más. En la tele el campeón lituano vuelve a ganar un concurso más de halterofilia. Su rostro está tan tenso que hasta la sonrisa parece una mueca de dolor.

jueves, 1 de abril de 2010

Tulipanes

Amanece algo más tarde. El reloj interno no respeta ni los días de fiesta. Me levanto medio dubitativo, con sueño y sin ganas de seguir durmiendo. El itinerario habitual, baño, lavabo, cocina, café, abrir ventanas... Vuelvo por el pasillo hacia la cocina cuando el primer haz de luz alcanza los cristales de la puerta de entrada. Me gusta tanto la luz de esta casa que me siento en los escalones del pasillo a ver ese fenómeno un rato, hoy que tengo el tiempo y las ganas. La cafetera me rescata, primero el ruido del agua hirviendo, luego el olor acaparador del café. Sirvo esa taza tamaño "familiar" con la que me encanta pasear alrededor de la casa mientras voy bebiendo. Pero hoy no ha habido paseo. Hoy me he sentado frente al jardín de la entrada, porque he llegado justo a tiempo para un espectáculo bellísimo. Los tulipanes se estaban despertando. Se han ido abriendo suavemente, a medida que esos rayos de día han ido tocando sus copas. Nunca había visto el proceso durante tanto rato. Nunca antes había tenido tulipanes en casa. Su presencia firme, fuerte, de resistencia a los elementos, se va tornando la fragilidad total de los pétalos de un rojo anaranjado, a medida que se dejan ir ante este sol y la leve brisa de primavera que llega hasta aquí. Son apenas una docena de tulipanes, que han crecido a distintos ritmos. Los hermanos mayores se abren del todo, los otros observan y sueñan con hacerlo en los próximos días. El café se enfría. No me importa, no me pienso mover. El juego de sombras va cambiando. Sentado frente al jardín, quieto, puedo sentir que la tierra se mueve.

sábado, 27 de febrero de 2010

las mejores ideas

¿Por qué las mejores ideas se me ocurren siempre cuando o no tengo con que anotar o simplemente creo que me acordaré al día siguiente?

viernes, 19 de febrero de 2010

Almendros

La constancia no es una de mis virtudes. Está claro. Espero colgar comentarios al menos 2 veces por semana. Aunque ya en la primera semana me he dejado ir un poco.
Estas mañanas hay una imagen que me ha fascinado. Los almendros han comenzado a perder las hojas. Todo el camino desde mi casa hasta la carretera de Sant Josep, está cubierto de pétalos dispersos. Una suerte de "nieve ibicenca". En el aire también puedes observar cómo se desprenden y van cayendo sobre la superficie. Dan ganas de quedarse todo el día sentado frente a uno de los bancos de tierra lleno de almendros para ver el proceso.
El lunes todos eran blancos... Hoy viernes las hojas nuevas, verdes, van acaparando espacio. Cinco días marcados por el cambio.
Creo que no soy el único que se fascina con el espectáculo anual de los almendros. Una razón más para enraizar aquí. Una razón más para saber identificar los ciclos.

sábado, 13 de febrero de 2010

Treintainueves

Soy de letras. Además sé contar. Ambas cualidades juntas no siempre responden a la verdad. Hoy se supone que la cifra que rige mi día es el 39. Es lo que tienen los cumpleaños, que durante un día al año parecen regir "singularmente" casi cualquiera de nuestros actos y la relación que tenemos con los demás. Pero, sinceramente, contados uno a uno y llegados a este punto, a mí al menos, cada uno de nuestros años me parecen más que plurales. ¿Habéis intentado poner 365 piezas cúbicas una sobre otra? ¿Y 39 grupos de esas piezas uno sobre otro? No lo hagais, se caerán. Por eso, treintainueves. ¿Por qué el blog? Joder, no sé. ¿Qué importa? Ayer decidí que era un buen momento para abrirlo y aprovechar este día de lluvía de febrero para comenzar algo. Para compartir algo más de lo que ya habitualmente hago. No creo en los propósitos de fin de año, y mucho menos en los de los aniversarios. Tranquilos, no me pienso apuntar al gimnasio a partir del lunes, ni pasar más tiempo con mis hijos. . . Tan sólo ir dejando comentarios, reflexiones y contactos a lo largo del tiempo. Tan sólo un punto más en el que poder ir haciendo palanca sobre el mundo, por pequeño que este sea. Abrazos