El aire es de otoño y el sol de verano. La duda del cambio de estación sobrevuela hoy sin más un celeste casi blanquecino. La alergia a no sé muy bien qué (probablemente a conversaciones nocturnas de ayer que viajaron por los carriles más frágiles de la vida y de la muerte, o simplemente que no me apetece mirar hoy a la cara a este mundo de disparates) me tiene a medio respirar. Justo hoy que hay tanto aire puro soplando.
Y no sé porqué (imagino que esas conversaciones de anoche) me levanté pensando en cuando de niño me iba a trabajar con mi padre a la obra, con mi cesta de cuerda llena del almuerzo y una camiseta para cambiarme en el trabajo. Cuando llegábamos al bar a recoger a los obreros, la cabeza casi no me llegaba a la altura de la barra, les oía pedirse un sol y sombra y beberse esa copa de anís y la de coñac con la misma naturalidad con la que yo iba bebiendo de mi Cola Cao. Me decía que yo de mayor también pediría un sol y sombra. Nunca lo he hecho. A estas alturas creo que ya nunca lo haré, no por nada especial, simplemente porque no soy de anís y me parece una bestialidad joder el coñac. Pero sí veo que hoy es un día para estar entre sol y sombra y recordar porqué empezamos a pensar lo que queríamos ser y porqué hoy ya somos lo que somos, en mi caso porqué cada vez me quedan menos esquirlas prendidas al cuerpo para ser mitómano.
domingo, 3 de octubre de 2010
jueves, 5 de agosto de 2010
Sal y mar
Agosto hunde la isla unos diez centímetros. Hay tanta gente y vehículos que parece imposible que todos quepamos aquí. A poco que una carretera llegue hasta la arena misma de las playas, éstas están a rebosar. Siempre me ha fascinado esta capacidad de los seres humanos para tender a la aglomeración, a la reunión espontánea. Supongo que porque adolezco de lo contrario. Incluso reconozco el punto egoísta de llegar a un lugar de costa y esperar que no haya nadie. Que no haya ruido. Nada más que las olas. Ni gritos, ni ruidos de motos naúticas, ni el puto FerryBoat turístico con su música discoteca a toda pastillla, ni ese olor permanente a bronceador confundido con el olor al plástico caliente del bote con el que acaba de estar en contacto. Algo imposible. Y aún así, el baño, la sal y el mar, lo devuelven todo al equilibrio. Unos segundos totalmente sumergido y el mundo tiene sentido.
miércoles, 28 de julio de 2010
La calma
Buscar la calma no es fácil.
Alcanzarla, supongo que tampoco.
La tranquilidad, sí. La calma, ya es otro tema.
No sé la diferencia, si existe, en el diccionario. Para mí es clara, subjetivamente clara.
La tranquilidad se basa en algo más externo, en la no alterabilidad de un espacio para alcanzar un equilibrio. Puedes tener un mal día, estar hirviendo por dentro y vivir un espacio de tranquilidad, en un contexto controlado (música, silencio, brisa, puesta de sol...). Tu espacio interno no cambia tanto, se controla, que no es poco, se pausa, entiende las decisiones a tomar o la situación, incluso sin la fuerza o las ganas para hacer algo.
La calma es mi favorita. Sale desde dentro. No existe sin raíz. Lo que te rodea es un complemento que la puede potenciar, crear las ramas, las hojas y los frutos. También puede romperla, arrancarla, pero sólo en casos excepcionales, traumáticos.
La calma es lo que tengo esta tarde, ese acuerdo interno (y en perpetua negociación) entre lo que soy, lo que quiero y lo que tengo.
La tranquilidad es lo que hay cuando sé que la calma volverá.
miércoles, 14 de abril de 2010
Dust in the wind
Dust in wind es una de las canciones que probablemente más he escuchado en mi vida, de forma voluntaria (no cuentan todas las veces que he escuchado a Bisbal o Shakira sin querer en bares, radios, oficinas, bodas, bautizos, e incluso alguna peluquería -en éstas, únicamente estaba como acompañante, ya os podéis imaginar-). Es de mis canciones favoritas desde antes incluso de saber todo lo que quería decir. Lo es incluso ahora que ya me parece un poco simple y facilona. Quizá la utilizo únicamente como una unidad de medida, a partir de la cuál sé más de mí que de ella.
Bang, bang
Bang, bang. Dispara la vida. Unas balas de verdad, otras de mentira. Hoy es un día así, no sabes que cosas de tí serán futuro, cuáles veneno. Tenemos todo para tenerlo todo, o para perderlo. Hay veces en que casi nada te importa, ni te toca. Otras, hasta el viento lleva anzuelos. Es tan difícil huir de los tópicos. Bang, bang. Las de verdad no me importan, son sinceras. Las de fogueo me joden, tanto como cualquier mentira.
miércoles, 7 de abril de 2010
Los pesos
Desnudo. Recién bañado. Limpio y despojado, se supone. Aún siento pesos. Aún siento cosas que incluso siendo mías no quiero. Los caprichos, los temores, los sueños aplazados, las preocupaciones pasajeras que vieron luz al fondo del alma y se quedaron más de lo debido, las cosas que perdimos sin haber sido nunca nuestras, las que tuvimos sin haber sido nunca nuestras, lo que somos y lo que queremos, lo que somos y no queremos, la mota de polvo que pesa como un planeta, la estrella fugaz que una vez tuvimos y olvidamos pedir a tiempo el deseo... Tantas cosas que un día, con esta luz de abril y este aire de cambio de estación, pasaron por unos segundos a través de la piel. Justo el tiempo de que los pantalones y la camiseta las taparan.
martes, 6 de abril de 2010
El bar
Las aceitunas amargan. La caña sigue fría. La música suena mal. Todo tiene aspecto de lugar para disfrutar. Pero hay tanto ruido. El paso continuo de tráfico parece lo más tranquilo. Me voy no aguanto más. En la tele el campeón lituano vuelve a ganar un concurso más de halterofilia. Su rostro está tan tenso que hasta la sonrisa parece una mueca de dolor.
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